Todos somos Molenbeek.
Quisimos a Steve Jobs por haber sido el primer dictador global de la felicidad. Al teléfono del siglo XX
Referéndum
2016-04-02 06:00:00 / @FaustoPretelin Opinión
Foto: @AtTimesMX.. @FaustoPretelin Opinión
Fausto Pretelin Muñoz de Cote
Ha publicado análisis en Foreign Affairs, Le Monde Diplomatique, y en periódicos como Reforma, Milenio y El Economista.
Fue académico del ITAM en el departamento de Estudios Internacionales y Director General Adjunto de Comunicación Social de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Especialista en temas de la Unión Europea, maestro en Dirección Internacional con especialidad en el Colegio de Europa. Publicó el libro Referéndum Twitter y actualmente es consultor.
Todos somos Molenbeek
Quisimos a Steve Jobs por haber sido el primer dictador global de la felicidad. Al teléfono del siglo XX lo convirtió en una boutique lúdica de foros a través del iPhone. A la música la comprimió en una prótesis lúdica (iPod), y a las ediciones impresas de periódicos y revistas las compactó en un quiosco portátil (iPad).
Foros de discusión, amigos e información. Todo portátil. Todo global. Fue la época en la que amamos a la globalización. Jobs decidía reelegirse a través de la innovación, es decir, en cada momento en que lanzaba al mercado nuevas versiones de sus productos.
Steve Jobs fue antagonista del profesor Samuel Huntington. El académico estadounidense publicó un artículo en la revista Foreign Affairs en 1993 que provocó, lo mismo desánimo y admiración: Choque de las civilizaciones. Una especie de profecía apocalíptica al estilo Nostradamus con la que sería imposible la cohabitación entre miembros de las cinco civilizaciones modernas: china, japonesa, hindú, islámica y occidental.La cultura como muro; teoría en contra del fenómeno transcultural que, con la existencia de la Unión Europea, parecía imposible de existir.
Así llegamos a Molenbeek, Bruselas, marzo de 2016. El barrio bruselense como la nueva capital de la estigmatización solo porque de ahí surgió una banda de terroristas europeos, musulmanes salafistas, adoctrinados por el Estado Islámico. Recordemos a Abdelhamid Abaaoud, el cerebro demencial que orquestó los atentados de París en noviembre pasado, o a Salah Abdeslam, un personaje a quien le gustaba frecuentar discotecas belgas y ligar con rubias (¿Choque de civilizaciones?); también participó en los atentados de París, y fue capturado en Bruselas 72 horas antes de los atentados de marzo 22.
Mientras que el Estado Islámico se encarga de hacer eltrabajo criminal, asociaciones ultras y partidos xenófobos europeos asimilan las externalidades a través de consignas y ofertas electorales en las que subyace el miedo, no sólo a la muerte, también a la pérdida de fuentes laborales, pero sobre todo a la cohabitación.
El grupo ultra Generación Identitaria, socio juvenil del Bloque Identitario, creado en Francia pero con sucursales en varios países, lanzó una convocatoria para este sábado con el objetivo de manifestarse bajo el lema: Expulsemos a los islamistas. ¿Dónde? En Molenbeek, para convertirla en un campo de batalla, y para sumergir el dedo en la llaga en la herida del barrio. Una performance del “choque de las civilizaciones”, nos diría el profesor Huntington.
Un reportaje de Le Monde del domingo pasado aporta una de las claves que revelan la dificultad que tienen los musulmanes para integrarse en la cotidianidad de Bruselas, y de Europa en general. Una escuela que se encuentra atrás de la estación de trenes Bruxelles-Miditiene 275 alumnos de edades que oscilan entre 12 y 18 años. El 80% son musulmanes mientras que el 95% de losprofesores no son musulmanes. De acuerdo a especialistas sobre integración cultural, el escenario deseado es aquel donde desaparecen las asimetrías numéricas. En la aspiración de poder ser profesor refleja el deseo de integración.
La jefa de la diplomacia de la Unión Europea, Federica Mogherini, tiene razón que el problema que destapan los ataques en Paris y Bruselas no puede ser reducido a “ellos (los musulmanes) contra nosotros (los europeos)” porque “el islam es parte de Europa”. Y si la tesis del choque de civilizaciones es promovida entonces “se traicionan los valores europeos” (El País, 24 de marzo). Lo que no dice Mogherini es que es la propia Unión Europea la que ha traicionado sus valores tres veces en las últimas semanas: firmaron un acuerdo con David Cameron para que Gran Bretaña discrimine laboralmente a los europeos; a manera de outsourcing recurrieron a Turquía para convertir a ese país en depósito de refugiados, y derivado de este segundo elemento, pasaron por alto el perfil autoritario de su presidente, Recep Tayyip Erdogan al prometerle ingresar al club de los 28.
Requerimos de más innovación como la que aportó el dictador de la felicidad, Jobs, porque entre sus externalidades positivas se encuentran los incentivos del proceso transcultural. Sin estigmatizar al otro, todos somos Molenbeek.