Calladitos
Calladitos nos vemos más bonitos. ¿Qué parte no has entendido? Tú limítate a darles tu voto...
Guardagujas
2018-01-09 06:00:00 / @Avillalva_ Opinión
Foto: @AtTimesMX.. @Avillalva_ Opinión
Calladitos
Calladitos nos vemos más bonitos. ¿Qué parte no has entendido? Tú limítate a darles tu voto y no te atrevas a opinar. ¿Qué no ves que para alcanzar a comprender los graves asuntos de la Nación debes de contar con fuero constitucional? No te metas en lo que ni te importa ni comprendes, pues tu IQ, tu nivel cultural, tu cúmulo de información y tu capacidad de análisis no han sido sublimados por los laureles del poder, que en exclusiva dan ese privilegio -aunque en realidad sea un reducto para hacer florecer sus revanchas y el resentimiento vernáculos que ellos pueden ejecutar con plena impunidad; resentimiento como el que se ha generalizado entre todos, igual al tuyo o al mío, pero con chapa e impunidad-.
Es cuestión de prioridades, entiéndelo de una maldita vez. Prioridades ineludibles del momento histórico en el que se encuentra esta República que pretendemos siga siendo nuestra Nación, pero ya no lo es -al menos eso espetan en tu cara si los increpas por tuiter, abordándolos en su camioneta, checando en un avión, comiendo en un restaurante o simplemente caminando por la banqueta-.
¿De qué te vas a enterar tú, o yo, si ellos son los que sí comprenden, iluminados, ungidos, tocados por la mano divina de la razón? ¡No seas impertinente! Asume tu ignorancia y la negación de que a pesar de ella, quieras opinar de tu decreciente situación patrimonial, la seguridad de los tuyos que siguen cayendo indefensos a la violencia rampante. Sí, es cierto, pues según ellos, ni aunque tuvieses doctorados o maestrías, nunca, jamás te enterarás.
Prioridades que solamente el genio fulgurante de un legislador o alto funcionario bien informado y científicamente dotado -mismos que ahora transfiguran en candidatos-, vislumbra entre los nubarrones de la era de la información; estos patricios postmodernos que la Revolución -tu Revolución-, y cien años de cochupos, componendas y aquelarres, les han dado por generaciones para mutar a esta nueva versión que sin crear valor amasan fortunas y en un acto legislativo, en acto público, metafóricamente rayan tu coche, te escupen un ojo, o te descuentan en una pulquería con la ayuda de sus colegas montoneros, igualmente resentidos.
Prioridades que nuestros desprendidos líderes siempre han sabido identificar con prudencia y esmero, valentía y manos limpias... Prioridades que imponen merced a su prístina visión de la evolución del mundo. Prioridades de sindicatos, de cofradías evangélicas, de partidos recién creados; prioridades de factores reales de poder, de sotanas, de contratistas, de pedestres ambiciones personales que se sacian con relojes que, de no haberle arrancado un trozo al erario, nunca hubiesen podido poseer.
Y sí, puede ser. No creas que es ironía, por favor, quizá sin darnos cuenta, quienes hoy se postulan ante ti solicitando un voto, son políticos inéditos; no son los mismos de siempre que han sido causa de nuestros estropicios y desgracias; no han sido jamás parte de los cuadros que se han empeñado en administrar a nuestra Patria con la metodología propia de quien administra un congal, no. Ni chapulines, ni mutantes del PRI al Pan, al PRD, a Morena y todos los viceversas que te puedas imaginar. No. Quizá es un fantasmagórico sueño y verdaderamente estamos ante el desenmascaramiento de nuestros Churchill, Cromwell, Brandt, González, Giscard D’estaing, en versión vernácula.
Y quizá los seres comunes, de banqueta, como el arriba firmante, como tú, como tu esposo, tu esposa, o tu hija; como tu jefe en la oficina o tu vecino del condominio, como los actores o los músicos en un bar, no lo podremos comprender jamás. Quizá esos seres que aparentemente nos conformamos con una birria los domingos, con una sonrisa de nuestros hijos, un abrazo de nuestros padres, la lealtad de un amigo, la piel tibia de nuestro pedacito de cielo o quelite, la seguridad de regresar caminando a nuestra casa por la noche y no en un cajón de madera –trivialidades, comparadas con las prioridades de nuestros líderes-; esos seres que nos conformamos, decía, con una habitación para dormir, con un trabajo seguro, con una que otra oportunidad para mejorar el ingreso, garantizar ahorro y cambiar el Astra gastado, o reservar un paquete vacacional en una playa tropical… Nosotros no tenemos las herramientas intelectuales para entender de prioridades.
Esos seres, decía, quizá no tenemos la mente preclara de nuestros líderes egregios que sí saben lo que nos conviene y están dispuestos a decidir por nosotros en un acto de abandono a sus propios intereses, en un acto patriota de proporciones Juaristas. Esos líderes que solamente en nuestra febril y morbosa imaginación, intercambian a mansalva partidos, prebendas, beneficios financieros y posiciones de poder. Esos líderes que sólo en nuestras fantasías requieren capacitación, educación elemental, clase y estilo; esos que engañan y mienten con todos sus dientes hasta en los más nimios temas; que ostentan groseramente su ignorancia, exacerbada por su resentimiento social. Esos líderes que critican a los ricos por despecho, con las firmes intenciones de convertirse en uno de ellos a fuerza de minar al erario.
Y ya fuera de nuestra equivocada imaginación, ellos vienen y, como en la zaga de las películas de Matrix, tratan de lucir recargados –bigotes recortados, cabellos teñidos, frente rasurada, anteojos multicolores, suetercitos tejidos, partidos políticos e ideologías recién estrenadas, transporte público y todo, pero presentadas como trayectoria de vida-, y se arrebatan la palabra para imponer las prioridades de una Nación que solo en nuestra imaginación, solo allí, es disímil hasta en la forma de agarrar el taco.
Prioridades que ocupan espacios, que gastan recursos, que obnubilan la mente, que consumen la paciencia. Prioridades, en fin, que no le devolverán los padres a los niños que diariamente quedan huérfanos como consecuencia de la violencia fuera de control. Prioridades que no detienen las ejecuciones callejeras, los atracos, los secuestros, la traición a nuestros soldados lanzados irresponsablemente a aniquilar compatriotas, la hegemonía del crimen organizado, la socialización del narcotráfico y que desdeñan el valor que un clima de seguridad puede tener para el bienestar y el progreso.
De verdad, yo no sé cuál será nuestro punto de inflexión. Qué debemos esperar para que algún día, la prioridad sea el derecho incontrovertible que tenemos usted y yo, de salir a la calle cuando se nos pegue la gana, sin el riesgo de ser alcanzados por una ráfaga de kaláshnikov o R-15, arropada por el fuego amigo de sus estúpidas prioridades –las de ellos-, ráfaga que en la oscuridad del crimen no perseguido, un malnacido ordenó dispensar en uno de sus innumerables adversarios de cuya existencia, a nadie, pero a nadie, le importa un carajo. Calladitos...
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