Disyuntivas de tres en campaña
Nadie puede ganar la Presidencia sólo con sus votos duros. Pero tampoco nadie puede darse el lujo...
Retrovisor
2018-01-27 06:00:00 / @IvonneMelgar Opinión
Foto: @AtTimesMX.. @IvonneMelgar Opinión
27 de Enero de 2018
Nadie puede ganar la Presidencia sólo con sus votos duros. Pero tampoco nadie puede darse el lujo de perderlos. Sin embargo, en la búsqueda de apoyos adicionales, los aparatos partidistas y sus candidatos hacen cambios que ponen en riesgo a sus electores supuestamente seguros.
Así, las campañas de Andrés Manuel López Obrador, José Antonio Meade y Ricardo Anaya caminan sobre una navaja de doble filo. Porque al pretender nuevos adeptos, han trastocado su oferta tradicional.
Y por esa tensión entre conservar el voto duro y hacerse del voto indeciso y voluble, los presidenciables no logran afinar su apuesta. Se trata de una indefinición explicable, en tanto los tres encabezan apuestas inéditas.
El candidato de Morena va por primera vez sin el PRD y sin Movimiento Ciudadano. Y para compensar esas restas, sumó al Partido Encuentro Social, el más conservador del espectro nacional. Y esta semana fichó a la senadora Gabriela Cuevas, quien militaba en su contra desde el capítulo del desafuero en 2005.
La invitación a la expanista sería seguida de una convocatoria de López Obrador a los inconformes en el PAN y PVEM, y de un mensaje de conciliación que incluyó al presidente Peña y al expresidente Carlos Salinas, a quien siempre había impugnado como “el jefe de la mafia del poder”. Así que ahora AMLO ofrece amnistía política.Y parece adelantarnos que él no tendría un “quinazo”. Nada de peces gordos. Basta con su honestidad para combatir la corrupción y la impunidad.
¿Aceptarán los seguidores de Morena esos giros que desdibujan a los históricos adversarios y desplazan a sus leales en las candidaturas? ¿Es el fervor de sus electores equivalente al fanatismo como para disculpar la pérdida de la pureza?
Es un secreto a voces que AMLO está enviando mensajes a políticos y funcionarios del PRI y del PAN. Confía en su voto duro y ahora se concentra en seducir a las élites partidistas. Frente a esa estrategia del puntero en las encuestas, el candidato del PRI lanza la consigna de que la gente está cansada de pleitos y de descalificaciones. Y al asumirse como el abanderado que puede construir un clima de concordia, Meade parecería renunciar a la naturaleza misma de las contiendas: el contraste, el ataque y la defensa. La nueva ruta del candidato ciudadano podría justificar que en su campaña evite la defensa del PRI y del gobierno de Enrique Peña, esa tarea obligada y compleja para el representante del partido en el poder. Si no, pregúntele a Hillary Clinton.
El problema de quitarse los guantes es que esto puede ser visto como tibieza a los ojos de militantes, electores y políticos priistas. Porque en el afán de ganarse a los ciudadanos, Meade corre el riesgo de lastimar a la estructura del PRI, cuyos políticos de cepa apenas están digiriendo que Peña desplazara a los presidenciables priistas y se resignara a prescindir de la desgastada marca partidista.
Es un secreto a voces que la confianza del candidato del PRI de ganarse a los votantes del PAN no es acompañada por los operadores que consiguieron en 2017 el apretado triunfo en Edomex. Porque alegan que los panistas son antipriistas y que, por eso, en el corredor azul mexiquense otorgaron su voto útil a Morena. Y advierten que el uso mediático de los fichajes panistas podría volverse una inversión cara de escasas ganancias, en tanto golpea al priismo que hace la faena territorial, determinante para movilizar a los votantes.
Así que la disyuntiva del candidato es todavía más difícil si le ponemos nombre y apellido. ¿Puede su vocero Javier Lozano traerle más votos que el exsecretario de Gobernación, Miguel Osorio? ¿Se deslindará Meade de sus excompañeros de gabinete? ¿Hará esa tarea un expanista?
Con un PAN dividido desde finales del sexenio de Felipe Calderón y que alcanza su mayor fractura con la salida de Margarita Zavala, el candidato Ricardo Anaya diseñó con PRD y MC una coalición que en el papel ofrece cambio de régimen, fin al pacto de impunidad y castigo a los corruptos.
Es una apuesta que obliga a los impulsores del Frente al radicalismo y al mensaje antisistema. Y a correr el riesgo de ser vistos como los rijosos de la contienda, sobre todo ahora que AMLO y Meade comparten la ruta de la conciliación. Así que la proclividad del PAN a los arreglos cupulares con el PRI sería sustituida por un cambio en serio, ése que ni Vicente Fox ni Calderón concretaron. Ésa es la promesa electoral.
¿Pueden los panistas de hoy identificarse con ese antipriismo que antecedió a las concertacesiones? ¿Serán convencidos los votos duros del PRD de que hay futuro más allá de AMLO? ¿Aportará MC los electores que el PAN perdió cuando se fue Margarita?
Es un secreto a voces que los panistas protagonistas del PRIAN están nerviosos por la forma en que Anaya desafía al gobierno y respalda al gobernador Javier Corral, artífice indiscutible de la coalición Por México al Frente. Y le piden al candidato bajarle varias rayitas.
Faltan cinco largos meses para que los electores se definan entre AMLO, Meade y Anaya, quienes aún oscilan entre el cambio maquillado y el cambio pendiente.
Porque en ninguno de los casos se ha resuelto el dilema que habrán de exponer a los votantes. Por lo pronto podríamos resumir así las disyuntivas que, respectivamente, afrontan López Obrador, Meade y Anaya: ¿Perdón o castigo ? ¿Deslinde o defensa? ¿Pacto o ruptura?