Venta de votos
Los maestros de teoría económica marxista decían que en el modo de producción capitalista había...
La Estación
2018-05-20 06:00:00 / @Ggalarza Opinión
Foto: @AtTimesMX.. @Ggalarza Opinión
20 de Mayo de 2018
Los maestros de teoría económica marxista decían que en el modo de producción capitalista había dos clases sociales: los burgueses y los proletarios. Los primeros eran definidos como los propietarios de los medios de producción y los segundos eran aquellos que sólo tenían como propiedad su fuerza de trabajo… o algo más o menos así.
Entonces, en ese sistema dominado por el mercado la única mercancía que podían vender los proletarios para sobrevivir era su fuerza de trabajo, antes que su revolución estableciera su dictadura y el paraíso terrenal, lo que con el paso de los años no ocurrió y, de hecho, no ocurrirá en el futuro al menos con esa fórmula. Los sistemas económicos “posteriores” reales al capitalismo desvalorizaron al mínimo (¿lumpenizaron?) el precio de esa mercancía llamada fuerza de trabajo.
En el sistema político de la democracia la única propiedad que tienen los ciudadanos comunes y corrientes es su voto. En otras palabras, la única mercancía (no se espante: los candidatos y sus partidos contratan desde hace años a mercadólogos y presuntos expertos en algo que le llaman marketing político para sus campañas) que pueden intercambiar o vender en el mercado electoral es su voto.
Claro, esto no puede decirse ni escribirse así. Está muy mal visto o, como se dice ahora, no es políticamente correcto. Es más, habrá quienes piensen, crean y digan que llamar mercancía al voto linda en la corrupción. Por eso hay que proclamar que el voto es un derecho (el trabajo, también) y una obligación ciudadana (el trabajo también, y dignifica —¿o ennoblece?— al hombre, decían). No se le vaya a ocurrir a usted siquiera intentar decir que va a vender su voto, porque será considerado un mercachifle político-electoral o algo mucho más grave.
Pero en la realidad ocurre lo contrario: los candidatos y sus partidos todos los días hacen ofertas directas e indirectas por los votos de los ciudadanos. Cualquier promesa electoral, de cualquier tipo, es eso, una oferta a participar en una transacción mercantil.
Antes, en México y en el mundo, eran, digamos, más discretos. Ofrecían ideologías, proyectos de nación o de país, políticas públicas o ya a lo muy jodido: empleo, educación, bajos precios, menos impuestos, seguridad, salud a cambio del voto del ciudadano. Es decir: yo te doy, tú me das; intercambio puro, como en cualquier mercado.
Hoy, en México, y quizás en el mundo también, los candidatos y sus partidos han perdido el decoro, el pudor, la discreción, la corrección, y abiertamente salen a la compra de votos: tarjetas de débito, de descuento y dinero en efectivo para jóvenes ninis, madres solteras, ancianos, desempleados, más lo que se acumule, renta mínima y —ya a lo muy jodido y descarado— despensas, tinacos, materiales para la construcción y tortas, refrescos y billetes para la asistencia a mítines. En otras palabras: yo te doy, tú me das; intercambio puro de mercancías.
Claro, todos los candidatos y sus partidos le dicen al ciudadano que el voto es libre y secreto y que denuncie a quienes les quieren comprar el sufragio… siempre y cuando sean sus contrarios.
Esta noche será el segundo debate entre los candidatos a la Presidencia de la República. A lo largo de la campaña electoral, pocas diferencias o ninguna han mostrado. Prometen según el auditorio al que se dirigen; se dirigen al target de acuerdo con los consejos de sus mercadólogos. Si a ese target hay que decirle, por ejemplo, que no habrá más impuestos, pues así se ofrece; y al día siguiente ante otro target si se requiere decir que habrá más impuestos para lo que más ganen, pues se dice, y los que no entiendan las dos posturas contrarias ni modo, que se las arreglen como puedan.
El objetivo final de los cuatro aspirantes es que usted y los demás votantes les entreguen, les den, les vendan sus votos. En otras palabras, le quieren comprar sus votos con sus promesas. Usted tiene el derecho (burgués, según algún purista) de preguntar: ¿a cambio de qué? ¿O no?
Se llama mercado político-electoral, como ocurre en el laboral donde los proletarios venden su única mercancía: su fuerza de trabajo. Entonces, si los candidatos y sus partidos quieren su voto, bien, pues que les cueste… lo más caro posible.
Recuerde: su única mercancía electoral es su voto. ¡Véndalo! Sí, no se espante ni se escandalice. Es su derecho en el sistema en el que vivimos. Entrégueselo a quien más le ofrezca, ya sea, usted decide, en lo ideológico, en lo político o, a lo muy jodido, en lo material. Sólo un consejo: no crea en las promesas de ninguno de ellos, no las van a cumplir y si ocurre piense en lo que se necesita para que eso ocurra. Las consecuencias usted las sufrirá o gozará. Haga un esfuerzo y pregúntese usted mismo de dónde sacarían el dinero para cumplirlas. Llegará a una irremediable conclusión: de usted mismo. Evite ese autogol. Busque una ganancia.